La piña rosa se desarrolló sobreexpresando un gen de la misma piña y otro derivado del naranjo dulce (Citrus × sinensis), y silenciando los genes de dos enzimas de la piña mediante ARN de interferencia, para mantener la pulpa de la fruta más rosada y más dulce y aumentar finalmente la producción de licopeno, un compuesto con propiedades anticancerígenas.
El licopeno es el pigmento que hace a los tomates y las sandías presenten ese
color rojo que las caracteriza.
La nueva piña ha sido genéticamente modificada para producir niveles más bajos de enzimas que en la piña convencional, que convierten el pigmento rosa licopeno en pigmento amarillo beta caroteno. De paso han aprovechado para hacer que la variedad sea más dulce, y alterado su ciclo de crecimiento para dotarla de un mayor crecimiento y una calidad uniforme.
En Estados Unidos la FDA lleva años defendiendo que las plantas genéticamente modificadas son seguras, tanto que no considera necesario etiquetar plantas transgénicas, aunque la legislación federal exige el etiquetado.
Para su aprobación, Del Monte ha tenido que demostrar que esta variedad de piña no es capaz de propagarse ni tampoco de crecer sola tras haberse recolectado.
Todos apunta a que las primeras piñas rosas se cultivarán en uno de los grandes países productores de piña: Costa Rica. Gracias a una alianza con el gobierno se pretende lograr el gran producto de 2017. Costa Rica autoriza ya semilleros de exportación de soya y algodón para exportar a Estados Unidos.
De momento se desconoce cuándo comenzará a ser comercializada, el precio de venta y si logrará destronar a la típica piña tropical amarilla.
FUENTE: DIARIO SUR