Uno de los temas que para mí personalmente, en el área de la química me resulta uno de los más fundamentales, es el manejo de preparación de soluciones a través de la concentración de las mismas, ya que cuando se trabaja en un laboratorio es necesario conocer a qué concentración se manejan las soluciones para que de esta manera los resultados de la práctica a emprender sean los más óptimo posibles.
Desde mi experiencia, he visto que muchos jóvenes miran con ojos de complejidad o no se sienten a gusto con este tipo de temáticas, porque lleva consigo la resolución de planteamientos o ejercicios, que le pueden dificultar la experiencia de aprendizaje. Es por tal razón, que es necesario conocer todos los términos a estudiar antes de adentrarse a la elaboración de los mismos. Para ello utilizaremos como herramienta eficaz de aprendizaje, la relación ciencia-cotidianidad.
La preparación de soluciones, se puede asociar fácilmente con algo tan cotidiano como la elaboración de alguna bebida en nuestro hogar. Por ejemplo, al realizar una bebida instantánea, esta se puede preparar ya sea lo más concentrada o diluida posible, como nos parezca apetecible. Pero en la ciencia, es un poco más complejo que eso, pues se debe utilizar medidas exactas para la elaboración de algún jarabe, bebidas envasadas (jugos, sodas, entre otros). Por tal razón se dice que las soluciones están caracterizadas mediante su concentración y nos indica la cantidad de soluto que esta contenido en determinada cantidad de solvente.
Para entender un poco más esta definición, es necesario conocer términos tan básicos como: solución, soluto y solvente.
Las soluciones no son más que mezclas homogéneas donde esta la presencia de un soluto y un solvente. El soluto es aquella sustancia que estará disuelta en el solvente. El solvente, por su parte, es la sustancia que disuelve al soluto.