El amor puede llegar a ser tan adictivo como una droga potente ya que cuando estamos bajos los efectos de la misma, existe una liberación de dopamina, serotonina y oxitocina, los cuales son los causantes de un sinfín de sensaciones en el cuerpo; por lo que nos sentimos excitados, llenos de energía y nuestra percepción de la vida es magnífica.
La dopamina es un neurotransmisor, es decir, una sustancia del cerebro que se encarga de conectar unas neuronas entre otras. Estas sustancias se encuentra distribuidas por múltiples regiones cerebrales y, en cada zona, desempeñan una actividad diferente.
La serotonina es una sustancia que está presente en las neuronas y realiza funciones de neurotransmisor. Es conocida como el neurotransmisor de la felicidad ya que, entre muchas otras acciones, esta sustancia química realiza la función de actuar sobre las emociones y el estado de ánimo.
Las experiencias positivas y situaciones agradables producen una liberación de serotonina en el cerebro, por lo que cuando experimentamos emociones de amor, los niveles de serotonina incrementan.
Es una hormona producida por los núcleos supraóptico y paraventricular del hipotálamo que es liberada a la circulación a través de la neurohipófisis.
Se le conoce comúnmente como la hormona del amor; esto debido a que cuando nos encontramos en una fase de enamoramiento, aquella en la que tenemos sentimientos muy fuertes de deseo por estar con la persona por la que estamos maravillados, nuestro cerebro presenta mayores niveles de oxitocina.
Sin embargo, cuando existe contacto físico con una persona con la cual no tenemos intereses amorosos o sexuales, también aumenta los niveles de oxitocina. De hecho, con tan solo un abrazo, una caricia o un beso nos hace sentir ese bienestar de la oxitocina, pero también con otras actividades diferentes, como practicar la relajación, comer chocolate e, incluso, acariciar a una mascota, también hacen que liberemos esta hormona.
Estos neuroquímicos del enamoramiento vienen a grandes cantidades y al pasar el tiempo, al igual que pasa cuando alguien consume drogas durante un largo período, llega la tolerancia o lo que comúnmente se conoce como habituación.
Cuando la «lluvia» química desciende, hay muchas personas que lo interpretan como una pérdida de amor. Lo que realmente sucede es que los receptores neuronales ya se han acostumbrado a ese exceso de flujo químico y el enamorado necesita aumentar la dosis para seguir sintiendo lo mismo. Eso puede convertir una fluctuación natural en una crisis, y puede llegar la bonita frase: “Ya no siento lo mismo”.
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